La Torre de
Don Fadrique hoy es parte del Convento de Santa Clara, se sitúa en su patio,
siendo en realidad una torre albarrana que quedaba intramuros. Hoy es propiedad
del Ayuntamiento de Sevilla y está protegida como bien patrimonial, contando
con la inclusión y reconocimiento que la Junta de Andalucía le hace como
castillo de la comunidad autónoma.
Don Fadrique
era infante hermano de Alfonso X El Sabio cuyo padre sabemos fue Fernando III
llamado El Santo. Don Fadrique la construyó dentro de su residencia en el siglo
XIII y es un edificio de planta cuadrada que cuenta con casi ocho metros por
lado, conviviendo en la construcción reminiscencias románicas y estilo gótico.
La
construcción presenta sillares con saeteras en su primer cuerpo y puerta
románica; en el segundo, de ladrillo, tiene ventanas de estilo románico con
arcos de medio punto; en el tercer cuerpo, las ventanas presentan arcos
apuntados de tracería polilobulada con columnillas, y en la azotea que, a la
usanza defensiva, tiene almenas y matacanes, sobresaliendo, en los ángulos de
la torre, unas gárgolas.
Si te fijas
verás que en la puerta se conserva una lápida que nos habla de la construcción de
la torre y del año de su construcción, es 1252, y expresa que es la mayor
alabanza que se podía hacer del arte y del artífice; siendo Fadrique amigo de
las leyes y orgullo de su madre Beatriz de Suabia, primera esposa del rey
Fernando.
Las malas
lengua han creado una leyenda según la cual la torre habría sido construida
para que la reina Juana, esposa de su padre, pudiese acompañarle a cazar a las
orillas del río más cómodamente teniendo un aposento cercano. Las habladurías
en su día hicieron que Alfonso X para acallar a la gente trasladara a Juana a
Toledo. Los nobles de Sevilla y el pueblo se unieron haciendo frente contra los
amantes. En la época era inadmisible que una reina viuda volviera a casarse ni
tampoco era de recibo que tuviese amoríos ilícitos. La vida de la mujer viuda
en época medieval y moderna era de lo más triste, prácticamente desaparecía del
mundo junto con el marido, no podía rehacer su vida, al marido lo heredaban los
hijos y con demasiada frecuencia en las clases menos pudientes caían en la
misma mendicidad.