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Historia breve de la reina cadáver en el trono de Portugal


El trono de Portugal fue ocupado en el siglo XIV por una reina que fue coronada póstumamente.

Inés de Castro fue una gallega noble y poderosa que llegó a Portugal como dama de compañía de su prima Constanza que fuese la futura esposa de Pedro I, heredero del trono de Portugal. Pero Pedro e Inés se enamoraron al verse y se hicieron amantes al poco tiempo.

En el año de 1344, el padre de Pedro, el rey Alfonso IV, atento a estos amores, mandó a Inés a Badajoz para alejar a los amantes, pero lejos de separarlos la distancia incrementó la fuerza de este amor.

En 1345 Constanza muere tras dar a luz y, entonces, Pedro manda llamar a Inés contra la voluntad de su padre.

Los enamorados se instalan en Coimbra para vivir juntos y de esta unión, clandestina, nacen cuatro hijos.

Para poder casarse solicitan dispensa papal porque el Derecho Canónico prohíbe las uniones entre primos carnales, necesitan pues un breve papal que dispense esta consanguinidad.

Su petición es rechazada y comienzan las conspiraciones.

Pedro da a los hermanos de Inés, sus primos, puestos importantes, mientras la importancia de la mujer es cada vez mayor.

Alfonso IV teme por la seguridad de el trono portugués si Inés llegaba a ser reina de Portugal y decide actuar de forma radical.

El día 7 de Enero de 1355 el príncipe Pedro sale de caza y mandó entonces el rey a tres caballeros para matar a Inés de Castro y la decapitan delante de alguno de sus hijos.

Pedro capitanea una revuelta que sume a Portugal, durante dos años, en una guerra civil. En 1357 muere Alfonso IV y su hijo se convierte en Pedro I de Portugal. Ajusticia a los asesinos de su amada vengándola así.

A uno de ellos le arrancó, en vida, el corazón del pecho; a otro de ellos le hizo lo mismo pero por la espalda y el tercero de ellos logra huir a Aviñón.

Pedro I proclama como válido su matrimonio a lo que fue su unión de hecho con Inés; y en el año de 1361 exhuma el cadáver de ella para coronarla como reina en Alcobaça, la sienta en el trono vestida y adornada con honores reales; obliga a los nobles a presentarle sus respetos, incluso les obliga a besar la mano del cadáver de Inés.

Pedro I de Portugal construye allí un monumento fúnebre y, tras la ceremonia se celebra un funeral fastuoso. El cadáver de Inés pasa a una tumba de mármol blanco y el rey hace erigir a su lado su sepultura.

El relato apareció en 1577 pero la historia se transmitió a través de los siglos desde que sucedió hasta la contemporaneidad.

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