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Los ojos de la Virgen de Guadalupe

 

Un enigma en la mirada 

el de los ojos de 

la Virgen de Guadalupe

 

La imagen de la Virgen de Guadalupe ha sido objeto de veneración y estudio durante siglos. Pero uno de los aspectos más sorprendentes —y menos comprendidos— son los detalles encontrados en sus ojos, que han despertado el interés tanto de creyentes como de científicos.

El ingeniero José Aste Tönsmann, del Centro de Estudios Guadalupanos en México, dedicó más de dos décadas a analizar minuciosamente esta imagen impresa en la tilma de Juan Diego, aquel indígena al que, según la tradición, se le apareció la Virgen en 1531. 

Lo que descubrió en esa tela rudimentaria tejida con fibras de manguey ha desconcertado incluso a expertos en tecnología.

Un descubrimiento microscópico

Con formación en ingeniería de sistemas ambientales por la Universidad de Cornell, Aste Tönsmann aplicó técnicas de procesamiento digital de imágenes —similares a las que se usan en satélites y exploraciones espaciales— para examinar los ojos de la Virgen. 

Lo que encontró fue extraordinario: dentro de las pupilas aparecen reflejadas trece figuras humanas, que se reproducen tanto en el ojo izquierdo como en el derecho, con la misma distorsión y proporciones que genera el ojo humano al reflejar una escena.

Según el ingeniero, lo que muestran los ojos es precisamente el instante en que Juan Diego despliega su tilma ante el obispo Juan de Zumárraga, revelando la imagen milagrosa. 

Esa escena habría quedado grabada en los ojos de la Virgen, como si se tratara de una fotografía incrustada en una mirada eterna.

La imagen que desafía la ciencia

Desde el siglo XVIII, diversos científicos han tratado de encontrar una explicación racional al origen y conservación de esta imagen. Sin embargo, los resultados siguen siendo desconcertantes.

Uno de los aspectos más intrigantes es que la imagen no parece haber sido pintada. 

Aste Tönsmann recuerda los análisis del Nobel de Química Richard Kuhn, quien determinó que no contiene pigmentos naturales, minerales ni de origen animal. 

En la época de su aparición tampoco existían los colorantes sintéticos, lo que hace aún más difícil explicar cómo se imprimió la imagen.

Además, el tejido sobre el que está plasmada —un ayate hecho de fibra de maguey— suele deteriorarse en pocas décadas. A pesar de ello, la imagen se ha conservado en condiciones sorprendentemente buenas durante unos cinco siglos.

Efectos ópticos imposibles de replicar

Otros estudios, como los realizados en 1979 por los investigadores estadounidenses Philip Callahan y Jody B. Smith con tecnología infrarroja, confirmaron la ausencia de trazos de pintura y de tratamiento sobre la tela. Más aún: observaron un fenómeno de iridiscencia, un tipo de variación en el color que cambia según el ángulo de visión, imposible de lograr con técnicas pictóricas convencionales.

El mismo Aste Tönsmann logró ampliar los ojos de la imagen hasta 2.500 veces su tamaño original, utilizando procedimientos ópticos y matemáticos para identificar con precisión los personajes que se reflejan en las pupilas. Sus hallazgos coinciden con lo que podría verse en los ojos de una persona que hubiera presenciado la escena desde esa posición.

Un misterio que trasciende lo visual

Más allá de cualquier creencia religiosa, lo cierto es que los ojos de la Virgen de Guadalupe contienen detalles que siguen desafiando la lógica y la ciencia. 

Su mirada parece conservar, de forma inexplicable, el reflejo de un momento histórico que marcó profundamente la identidad espiritual de México.


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