CARTA DE TERESA DE CEPEDA Y AHUMADA A JUAN DE YESPE ALVAREZ
Medina del Campo Julio de 1575
La gracia del Señor sea con Vuestra Merced, padre y confesor mío.
Os escribo con gran penar y desconsuelo, pues grande es la pesadumbre que mi corazón alberga en esta oscura hora.
Debéis saber, querido hermano en Cristo, que esta mañana he tenido noticias de don Fernando Valdés, Inquisidor General y Presidente del consejo de Castilla, en la persona de dos censores inquisitoriales, los cuales entraron en esta casa de oración, después de golpear insistentemente la puerta con el aldabón.
Mi dolor es grande, y desmesurada es mi tristeza, ya que han confiscado mis libros. Algunos de ellos han sido arrojados al fuego, otros amputados con tijeras como si sus letras estuvieran infectadas. Muchas hojas han sido tachadas con grandes aspas y otras arrancadas de cuajo ante mis ojos.
¡Qué grande es mi impotencia, fray Juan ¡
Se me acusa de alumbrada, mas yo, pobre de mí, me limito a escribir para mayor gloria de Dios, nuestro Señor. Pues ninguna cosa escribo para mi provecho, ni tengo porqué, sino es para alabanza de nuestro Creador.
No sé qué decir a mi favor. La calumnia y la maledicencia tratan de destruir mi reputación y el honor de la orden. Los rumores corren por la ciudad y por la Corte, algunas damas han dejado de favorecernos, temerosas de que planeen sobre ellas las sospechas que recaen en mis monjas; ya que los censores han manifestado que “me ande con tiento” pues sospechan de una corriente lésbica dentro del Carmelo a partir de mis discursos sobre el amor.
¡La incomprensión es la soledad más amarga ¡ Mi abatimiento es grande y me faltan ganas para defender mi inocencia. Os ruego, me tengáis en vuestras oraciones y que Dios nuestro Señor guarde a vuestra merced con la santidad que yo deseo.
Vuestra indigna sierva.
TERESA de JESÚS
Ficción literaria de Laura Pérez Sánchez