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Paz de las tres reinas



 

La mujer en la Historia ha tenido más protagonismo del que se le reconoce, prueba de ello es la histórica Paz de las tres reinas.

En 1279, Dinis fue proclamado sexto rey de Portugal tras la muerte de su padre, Alfonso III. 

Alfonso III había contraído matrimonio en 1235 con doña Matilde, pero debido a la falta de descendencia, se casó nuevamente en 1253 con doña Beatriz de Castilla, hija ilegítima de Alfonso X el Sabio. 

Este segundo matrimonio se celebra cuando no había sido anulado el primero por el Papa, por lo que la Iglesia de Roma lo considera ilegítimo, hasta que una bula resolvió el problema en 1263, pocos meses después del nacimiento de Dinis. 

Este hecho fue utilizado por su hermano, el infante D. Alfonso, para reclamar el trono basándose en el Derecho Canónico, argumentando que Dinis había nacido antes de la legalización del matrimonio de sus padres.

Alfonso intentó formar alianzas casando a sus hijas con infantes involucrados en disputas por el trono castellano. 

Sin embargo, Dinis, aliado con su tío Sancho IV desde el principio, obligó a Alfonso a buscar apoyo entre los enemigos del rey castellano. 

Alfonso controlaba territorios como Portalegre, Castelo de Vide, Marvão y Arronches, utilizándolos para conspirar contra Dinis y Sancho IV. Esto llevó a que seguidores de Sancho hicieran incursiones en estos territorios, favoreciendo una colaboración entre Dinis y Sancho IV.

En 1287, Alfonso reclutó fuerzas en Badajoz, Alburquerque y otras ciudades fronterizas, haciéndose fuerte en Portalegre y rebelándose contra Dinis. 

Dinis, con la ayuda de Sancho IV, reunió un ejército y puso sitio a Arronches. A pesar del frío, las lluvias y las enfermedades que diezmaban a los sitiadores, el cerco se mantuvo firme.

La reina Santa Isabel, esposa de Dinis, escribió a la reina María de Molina, esposa de Sancho IV, buscando una solución pacífica. 

María de Molina aceptó y organizó un encuentro en Badajoz, al que también asistieron doña Beatriz, madre de Dinis y hermana de Sancho.

El 4 de diciembre de 1287, doña Isabel entró en Badajoz, siendo recibida con solemnidad y hospedada por Don Juan Pérez de Badajoz. 

El 6 de diciembre llegaron doña Beatriz y su hija, la infanta doña Blanca, alojándose en el palacio de Don Pedro Pérez Gallego. 

Finalmente, la reina María de Molina hizo su entrada el 8 de diciembre, acompañada por el obispo Don Fernando, el clero y otros nobles.

Doña Beatriz logró mediar entre sus hijos, ayudada por la intervención de las reinas Isabel y María de Molina. 

Se acordó otorgar posesiones a Alfonso a cambio de Arronches. El acuerdo de paz se firmó a mediados de diciembre en Badajoz, celebrándose con fiestas públicas en la ciudad.

La ciudad se vistió de gala, organizando eventos en los alrededores de la Bab-Ixbilia (puerta de Sevilla), cerca del convento de la Trinidad.

Gente de Taltirá (Talavera) y Lantuna (La Albuera), campesinos de las llanuras y montañas, residentes en las huertas y casas de labranza, vestidos con sus tradicionales trajes de lana (Madras), se reunieron en la plaza de la Catedral junto con los forasteros para solicitar a los nobles que organizaran corridas de toros, una celebración popular entre moros y cristianos.

Al día siguiente, en la parte occidental de la Ciudad, cerca de la futura iglesia de San Vicente, se montó una improvisada plaza de toros con carros y carretas, donde se torearon los toros más bravos de la región. De lugares como Serpa, Jurumena, Elvas y Arronches llegaron valientes caballeros para participar en los torneos de estas fiestas.

En la plaza de la Catedral (hoy San Juan), la reina doña María presidió los torneos, en los que solo participaron los cristianos. La habilidad de los caballeros fue admirada por campesinos, jóvenes y labradores que presenciaron el evento.

El año 1287 terminó con la paz en Portugal, dando paso a 1288, cuando los seguidores de la Cerda se levantarán contra Sancho IV de Castilla. 

Badajoz será escenario del conflicto entre los portugueses y los bejaranos, que culminará en la sublevación de estos últimos y la represalia de Sancho IV en 1289.

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