La Plaza Nueva de Sevilla ha sido testigo de numerosas transformaciones a lo largo de su historia, desempeñando diversas funciones en cada una de sus etapas. Por ello, no resulta sorprendente hallar tesoros arquitectónicos enterrados bajo su suelo. Este emblemático lugar, que recibe a multitudes de visitantes y alberga una amplia gama de eventos, exposiciones y actividades culturales, ha evolucionado con el tiempo para adaptarse a las necesidades cambiantes de la ciudad y sus habitantes. En consecuencia, se han llevado a cabo obras de renovación que han desenterrado auténticas joyas bajo sus adoquines y losas.
El descubrimiento más notable tuvo lugar en 1981, durante las excavaciones realizadas para la construcción del sistema de metro de la ciudad. Durante estos trabajos, se descubrieron una serie de restos arqueológicos ocultos bajo la Plaza Nueva, entre los cuales destacaba un barco. El origen de esta embarcación ha sido objeto de debate, con algunas teorías sugiriendo que podría remontarse a la época islámica de Sevilla, mientras que otros sostienen que podría ser de origen vikingo.
El investigador Carlos Cabrera-Tejedor ha señalado que el Museo Arqueológico conserva más de 400 fragmentos, que representan aproximadamente un 30% de la embarcación original. Estos fragmentos, en su mayoría, corresponden a una barca o bajel de unos 7 metros de eslora por 2 metros de manga, utilizada para transportar personas o mercancías desde barcos mercantes anclados en el Guadalquivir hasta las instalaciones portuarias de la ciudad.
En contraste, los restos del ancla fueron objeto de una investigación más exhaustiva y exposición pública. Según Luis Javier Guerrero Misa, experto que publicó un estudio al respecto, las características morfológicas del ancla sugieren su origen bizantino. Guerrero Misa vincula este hallazgo a una posible intervención militar bizantina en la ciudad durante el período visigodo. Por tanto, se especula que el ancla se perdió en el antiguo puerto de Hispalis durante la segunda mitad del siglo VI d.C. Además, el profesor Salvador Ordóñez Agulla sugiere, debido a sus dimensiones, que esta ancla pudo pertenecer a una galera militar o una nave mercante de alrededor de 20 metros de eslora y una capacidad de carga de 60 toneladas.
La pregunta que surge es cómo llegó un barco a este lugar en primer lugar. En tiempos pasados, el río Guadalquivir separaba el barrio de Triana de Sevilla, pero hubo un período en el que existía otro cauce adicional del río, conocido como el cauce oriental. Este cauce discurría desde la calle Calatrava y atravesaba el casco histórico de la ciudad hasta unirse al cauce occidental en la calle Adriano. Sin embargo, en el siglo XI, este cauce y las instalaciones portuarias asociadas perdieron su utilidad y profundidad, llevando a que los musulmanes rellenaran el espacio de la Plaza Nueva y le dieran otros usos como el de cementerio.