La calle Cuna está situada en el distrito "Casco Antiguo" de Sevilla, comenzando en la Plaza de Villasís y concluyendo en la Plaza del Salvador.
Debe su nombre al antiguo "Hospicio de Niños Expósitos" o Casa Cuna, que se estableció en esta calle en el siglo XVI. Se crea El Hospicio de Niños Expósitos en el año de
1558
por orden del Cabildo Catedralicio.
Lo crea en 1558 el arzobispo Fernando Valdés y en 1627 se trasladó a
este inmueble. En la entrada, junto a la cuna o recibo de los niños había esta leyenda estremecedora en latín: “Porque mi padre y mi
madre me desampararon, el Señor me recogió”.
En 1806 se abre una casa
contigua “para que las ocupadas de ilegítimo concepto pudieran
refugiarse en ella el tiempo del parto, sin peligro propio ni de sus
hijos”. Es decir, para que las meretrices que en el ejercicio de su oficio
quedaban embarazadas fuesen acogidas al amparo de Nuestra Señora del
Refugio.
Estuvo situada a la altura del
que fuera el antiguo número 13 de la calle, sobre el lugar que ocupó el cine
Pathé, uno de las primeras salas cinematográficas de la ciudad y que hoy ocupa el “Teatro Quintero”.
Richard Ford en su libro Manual para viajeros por Andalucía y
lectores en casa, de en 1830, se refirió a este hospicio de niños así:
“Los que quieran cebarse en horrores pueden visitar el
hospital de los expósitos, la cuna, que se llama en España, como si en efecto
fuera la cuna y no el ataúd de los desgraciados niños.
La cuna o casa de expósitos puede ser definida como el lugar donde los
inocentes son asesinados y los hijos naturales abandonados por sus
antinaturales padres, y atendidos en el sentido de que se les mata a hambre
lenta.
La cuna de Sevilla fue fundada por el clero de la Catedral y la administran
doce directores, seis civiles, y seis canónigos, pocos lo frecuentan o le
prestan ayuda, excepto aportando residentes... Un postigo, el torno, está
practicado en la pared, y se abre con solo tocarlo, para recibir a los
inocentes hijos del pecado; y una vigilante vela la noche entera para coger a
los abandonados por padres que ocultan su culpa en la oscuridad... Algunos de
los recién nacidos están ya moribundos y los traen aquí para evitarse el gasto
del funeral, otros están casi desnudos, mientras que algunos aparecen bien
provistos de ropas y cosas necesarias. Estos últimos son retoños de las clases
altas y el motivo es ocultarlos temporalmente. En estos casos van también con
ellos las cartas más emocionantes, pidiendo a los encargados que tengan más
cuidado del normal con un niño que, sin duda, será reclamado en su día...
Todos los detalles correspondientes a cada niño expósito
se apuntan en un libro, triste registro del delito y del remordimiento humano.
Los niños que luego son reclamados pagan dos reales por cada día que el hospital
les ha mantenido...
A menos que vaya un nombre con el niño, éste es bautizado con el que le da
la directora y que suele ser el del santo del día de su llegada. El número de
esos niños es muy grande y aumenta rápidamente con la creciente pobreza,
mientras que el dinero destinado a sustentarles disminuye por la misma
razón...”
Hasta el siglo XVIII la calle Cuna sólo abarcaba de Villasís a la esquina de la calle Cerrajería, siendo llamado el tramo restante hasta El Salvador "calle Arqueros".
La calle conserva en gran medida el ambiente de la ciudad tradicional, con un pavimento a base del clásico adoquinado central y aceras irregulares en anchura a los lados y con bastantes casas que responden a la estética de las primeras décadas del siglo XX.
Por su importante ubicación dentro de la trama urbana de Sevilla, es ésta una vía interior muy transitada y en ella se encuentra representada una buena parte del comercio tradicional.
En esta calle se encuentran varios importantes edificios de la ciudad, algunos de ellos muy representativos y de gran interés arquitectónico y de contenido artístico, entre los que destacan:
Edificio "Ciudad de Londres":
Edificio de estilo historicista y tipología neomudéjar creado para uso comercial por el arquitecto sevillano José Espiau y Muñoz.
Se construye entre los años 1912 y 1914 en su encuentro con la calle Cerrajería y constutuiría el germen para su posterior obra emblemática, conocida como el edificio La Adriática, en la Avenida de la Constitución.
Levantado sobre un solar situado de esquina y a partir de una planta baja sin apenas valor arquitectónico alguno, su elemento más sobresaliente es el amplio mirador de planta semicircular y creado en dos niveles que se presenta volado al exterior, en la confluencia entre ambas calles.
Dicho mirador aparece cerrado por una galería doble de arcos de medio punto sobre finas columnas.
Delimitado a tramos por elementos verticales de hasta cuatro plantas de altura a modo de torres, destacan sus bellos detalles decorativos de inspiración mudéjar que cubren sus superficies.
Palacio de la Condesa de Lebrija:
Es uno de los mejores palacios de la ciudad, cuenta con gran cantidad de restos arqueológicos y obras de arte que posee repartidas por las distintas salas que lo componen.
Su construcción data del siglo XV, siendo reedificada en la centuria siguiente.
Fue adquirida por la Condesa de Lebrija Regla Manjón y Mergelina, quién mandó hacer importantes reformas y que configuraron la imagen definitiva que hoy presenta. Decía que su casa era: “el relicario donde he guardado los venerables tesoros de mis abuelos”.
En su interior, acondicionado y restaurado, se alberga su valiosa colección de antigüedades, pues la condesa era gran apasionada de la arqueología y decidió adornarlo con unos restos encontrados en un solar que adquirió junto a las ruinas de Itálica. Cuenta así con vasos, vasijas, ánforas, columnas, mosaicos y esculturas de incalculable valor.
Su superficie es de aproximadamente unos 2000 m² distribuida en dos plantas, donde se podía disfrutar de estancias para el invierno y otras para el verano.
Palacio del Marqués de la Motilla:
Aunque el marquesado de la Motilla lo crea el rey Carlos II en 1679 para
el caballero veinticuatro de Sevilla Francisco Fernández de Santillán,
esta casa-palacio es muy posterior. Tiene un aire de edificio
florentino.
Es esta una obra llevada a cabo por Vicente Traver a partir de un proyecto de entre los años 1921 a 1924 de Gino Coppede realizado con motivo del ensanche planteado para la calle Laraña, a la que también da fachada el inmueble. Las obras se realizaron muy lentamente, quedando acabadas en 1931.
La fachada a esta calle Cuna es de estilo regionalista, distinto al estilo neogótico de la fachada que da a la calle Laraña.
En el frente a la calle Cuna lo más característico es la galería contínua de pequeñas ventanas de medio punto abiertas al exterior y la bella torre-mirador que se levanta en el extremo más próximo al encuentro entre ambas calles, que aparece rematada por una fuerte cornisa y cubierta a cuatro aguas con acabado de teja cerámica curva.
Con todo su frente realizado en ladrillo visto, su fachada es una de las más interesantes de esta calle.