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Un bandolero inspiró El Quijote




Parece ser que Cervantes se inspiró en Perot Lo Lladre, un bandolero, al que nombra en la segunda parte del Quijote. 


Según la Biblioteca Gonzalo de Berceo, podría creerse que el bandolero que inspiró a Cervantes es una creación de su prodigioso ingenio pero no, en esta ocasión, no. Se trataría de un personaje real, alguien que fue tan perseguido por el poder como querido por el pueblo, una especie de Curro Jiménez, de Robin Hood.

Seguidamente se reproduce un fragmento del capítulo LX de la 2ª parte de El Quijote narrando
el encuentro entre Roque Guinart y D. Quijote en un lugar cerca de Barcelona.
 
 "Halló á sus escuderos en la parte donde los había dejado y á D. Quijote entre ellos sobre Rocinante, haciéndoles una plática en que les persuadía dejasen aquel modo de vivir, tan peligroso así para el alma como para el cuerpo…”.
 
En realidad, Roque Guinart se trataba de un nombre ficticio que fue utilizado por Miguel de Cervantes para referirse a un bandolero catalán que conoció el escritor y que respondía al nombre de Pere o Perot, que en castellano sería Pero, por Pedro. Rocaguirnarda, que también fue conocido como Perot lo Lladre, que inspiró el personaje de Guinart. 
 
Se sabe que en realidad habría sido un representante del bandolerismo catalán cuyas andanzas y hazañas sirvieron como inspiración a Miguel de Cervantes para crear una de las mayores joyas de la literatura mundial.
 
Cerca de Vic, en el pueblo de Orià, nació Pere en 1582 en el Mas de Rocaguinarda, era el quinto de siete hermanos. 
 
En aquellos tiempos duros, como ahora, no se crean, no ser el heredero de la familia, es decir el hijo mayor si se había constituído mayorazgo, equivalía a tener una vida pobre o más bien miserable,  motivo por el cual Pere habría marchado a Vic buscando un futuro mejor que el que, de seguro, le esperaba en su lugar de nacimiento, un medio rural inmerso en crisis continuas
 
En Vic se daba la lucha entre dos clanes rivales, los Nyerros y los Cadells; y a Rocaguinarda, ya de joven parecían atraerle los problemas con la justicia. Entra a trabajar para Carles de Vilademany, el jefe de los Nyerros; y, en una de las contiendas entre los dos bandos, resultó herido Pere en 1602. Este hecho fue crucial en su vida, pues tras recuperarse en casa de su jefe, decide marchar a las montañas, lo que se dice "echarse al monte" y formar una cuadrilla dispuesta a seguirle. 
 
Tras formar su grupo armado, Rocaguinarda decide vengarse de sus heridas y ataca el Palacio del Obispo de Vic, que entonces era Francisco Robuster i Sala, también jefe del bando rival. Este es el origen de la vida de Pere como bandolero.
 
A partir de 1605, en las cercanías de Vic, Per hace de hecho, aunque no fuese de derecho, lo que le viene en gana. Comienza a granjearse reputación como bandolero y su fama se hace tal que llega al punto en que la Unió de Vic, una institución que había sido creada para perseguir el bandolerismo, a los “fuera de la ley”, pero que estaba en desuso, se reorganiza para perseguir a Rocaguinarda.
 
Los años como bandolero de Pere coinciden con el virreinado del Duque de Monteleón, éste ya cansado de la abundancia de bandoleros en distintos puntos de la zona, manda a Joan de Queralt, el gobernador de Cataluña, a recorrer el territorio para dar caza y captura todos los bandoleros que pudiera atrapar.
 
Pere Rocaguinarda se había convertido en el rey de los bandoleros. Casi la totalidad del trayecto que separa Barcelona de Gerona cayó en sus manos. Se nombra a un comisario real para la protección de los viajeros y caminantes de la zona y el Virrey decide recurrir al ejército en Barcelona para dar caza a Rocaguirnarda.
 
Pero el pueblo le tenía simpatía. Pere es el típico bandolero romántico que, si bien no repartía sus botines con los pobres, sí los respetaba y solo asaltaba a los ricos, empleando la violencia solo en casos de defensa propia.
 
En 1610 es excomulgado, entonces los sucesos empiezan a precipitarse y varios miembros de la cuadrilla son apresados y ajusticiados. A fines del año 1610 Rocaguirnarda está solo y sin alcanzar el esperado indulto que pudiera hacerle cambiar de vida, pero las autoridades se esforzaban cada vez más por estrechar el cerco sobre él.

A principios de 1610, Rocaguinada habría iniciado conversaciones con la Corona española para solicitar su indulto. En estas negociaciones actua como mediador el Duque de Monteleón, virrey de Cataluña. 
 
Rocaguinarda exige a la Corona un salvoconducto para sí y para tres de los suyos, su objetivo era trasladarse a Italia, Flandes o Suiza con una pensión de diez años, a cambio se comprometía a abandonar su pillaje y a disolver su banda. 
 
El Consejo de Aragón, en un primer momento, se negó ante las peticiones, animando al virrey a que reanudara la persecución de Rocaguinarda con mayor insistencia si cabe, pero Pere reinició sus ataques con una inusitada ferocidad. 
 
Rocaguirnarda perdió a tres de sus mejores hombres en el transcurso de varios de sus ataques, estos fueron Jaume Alboquers, Pedro de Caldes y Jaume Vinyals, pero todas las intentonas contra él fracasaron. 
 
Joan de Queralt, nuevo virrey de Cataluña, intensificó aun más la persecución y confió a Dalmacio de Descatlar el mando de una nueva expedición. Volvió a ser derrotado por Rocaguinarda en un altercado en el que perecieron 18 personas y hubo 20 heridos de gravedad. Tras la victoria, Pere Rocaguinarda toma Vich, en donde el pueblo lo recibe con grandes muestras de simpatía y de entusiasmo.
 
El día 30 de junio del año 1611, el cardenal Manrique, arzobispo de Zaragoza, firma su indulto en nombre del rey. 
 
Rocaguinarda embarca en Mataró con destino hacia Nápoles, allí entró a formar parte de los tercios reales como capitán. 
 
Muere, siendo capitán del tercio español, en 1635.
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Sobre el reino de Roque Guinart y las huellas del lugar donde se encontró Cervantes con el bandolero Rocaguinarda, trata Julio Llamazares en El País.

Sucedió, pues, que en más de seis días no le sucedió cosa digna de ponerse en escritura; al cabo de los cuales, yendo fuera del camino, le tomó la noche entre unas espesas encinas, o alcornoques, que en esto no guarda la puntualidad Cidi Hamete que en otras cosas suele…”.
 
Con estas palabras reanuda Cervantes su narración, que sigue con don Quijote y Sancho discutiendo entre ellos, "el caballero andante por ver de darle a su escudero, aprovechándose de la soledad del sitio, los tres mil azotes que éste se había negado a recibir en el palacio de los duques y que, según el falso Merlín, se necesitaban para sacar a Dulcinea de su encantamiento en rústica aldeana y el pobre Sancho defendiéndose como podía de lo que a todas luces era una imposición injusta de su amo".
 
¡Eso no, —dijo Sancho—, vuesa merced se esté quedo; si no, por Dios verdadero que nos han de oír los sordos!” 
 
"y, luego, tras separarse y dormir un rato, por el descubrimiento del escudero de que el bosque en el que se encontraban estaba lleno de hombres colgados de las ramas de los árboles". 
 
No tienes de qué tener miedo —le tranquilizó don Quijote—, porque estos pies y piernas que tientas y no ves sin duda son de algunos forajidos y bandoleros que en estos árboles están ahorcados, que por aquí los suele ahorcar la justicia, cuando los coge, de veinte en veinte y de treinta en treinta”, esta explicación le sirvió a Sancho Panza para seguir durmiendo, no muy tranquilo, pero el amanecer demostró que se trataba de algo ilusorio cuando los aparentes ahorcados, que eran más de cuarenta, saltaron de donde estaban y rodearon a don Quijote y a su escudero “diciéndoles en lengua catalana que se estuviesen quedos y se detuviesen, hasta que llegase su capitán”.
 
El capitán, “el cual mostró ser de hasta edad de treinta y cuatro años, robusto, más que de mediana proporción, de mirar grave y color morena”, que venía montado “sobre un poderoso caballo, vestida la acerada cota, y con cuatro pistoletes (llamados en aquella tierra pedreñales) a los lados”.
 
"No era otro que el célebre bandido catalán Roque Guinart, trasunto cervantino del histórico y real bandolero Rocaguinarda, al que quizá Cervantes conoció personalmente, de ahí que lo convirtiera en personaje de su novela, bien que con su apellido ligeramente cambiado como también hiciera con el de Gerónimo de Passamonte (Ginés en la ficción quijotesca)". 
 
Aquel sitio, según Llamazares, podrí estar en la frontera de las provincias de Lérida y Barcelona.
Contemporáneamente existe en el lugar una vieja y gran estación de servicio que antaño fuera un conjunto de ventas para viajeros y arrieros, construcciones que aún existen aunque abandonadas ya; o en los montes que rodean el camino que lleva hasta Igualada, la primera gran población de Barcelona.
 
También advierte que podría localizarse el sitio en "los alrededores de Porquerisses o de Santa María del Camí, dos aldeas diminutas cuyos campos de labor se los disputan desde hace siglos una docena de familias que ignoran todo de don Quijote, incluso de la preciosa iglesia románica que pervive adosada a una masía en la segunda de las dos aldeas, o en los de Jorba, ya más grande y habitada gracias a su cercanía a Igualada, la capital de la comarca del Anoia y durante mucho tiempo de la industria del papel y de la piel catalanas".
 
"¿En qué recodo exacto del camino —pienso mientras lo recorro— ocurriría el asalto de los dos capitanes de infantería que iban a Barcelona para embarcarse en galeras junto a un grupo de viajeros variopintos, frailes y damas con sus criadas entre ellos; o el encuentro de Roque Ginart con Claudia Jerónima, la muchacha que acababa de matar a su novio por celos? ¿En qué bosques se ocultarían durante los tres días que don Quijote y Sancho permanecieron con Roque Ginart y sus hombres, acogidos a su protección y admirando su modo de vida, que no era precisamente tranquilo: “Aquí amanecían, acullá comían; unas veces huían, sin saber de quién, y otras esperaban, sin saber a quién”?...

LOS BANDOLEROS CATALANES
En su manual 'Para leer a Cervantes', Martín de Riquer, gran medievalista y cervantista catalán, dedica un amplio capítulo para explicar el fenómeno del bandolerismo catalán, bastante menos conocido que el bandolerismo del resto de España, pero que habría tenido igual o más importancia, tanto cuantitativa como cualitativamente. 
 
El bandolerismo, según Martín de Riquer, era un mal endémico para Cataluña, contra lo que luchaban  los virreyes de la Corona sin éxito. Fue un bandolerismo con relaciones estrechas con los gascones franceses, algo que habría derivado de las luchas feudales y que le atribuía un matiz político.
 
Los bandoleros se dividían, ccomo se adevertía más arriba, según su origen, en familias, tales fueron los casos de los Nyeros o los Cadells, que estaban enfrentados por el dominio territorial de tal o cual región o comarca.
 
Perot Rocaguinarda habría sido uno de sus representantes principales a finales del siglo XVI; y aparece en dos obras de Cervantes, El Quijote y La cueva de Salamanca. Esto demuesta para Martín de Riquer que Cervantes debió de conocerlo personalmente.
 
 
Fuentes:  
.-The book cover and spine above and the images which follow were not part of the original Ormsby translation—they are taken from the 1880 edition of J. W. Clark, illustrated by Gustave Dore.
The Project Gutenberg EBook of The History of Don Quixote

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