Ir al contenido principal

Gonzalo Cerezo Barredo muere a causa de la pandemia de coronavirus



Fallece por Coronavirus Gonzalo Cerezo Barredo, consejero nacional del Movimiento y procurador en Cortes, siempre mantuvo la lealtad a sus ideales. Escribía en el diario " Arriba " de Luis Felipe Utrera-Molina. Sigue un artículo que escribió el año pasado de 2019: 
 

"Otra memoria". Por Gonzalo Cerezo Barredo

La memoria, persistente, se aferra al subsuelo de la vida, hunde en ella tan profundamente sus asideros que no es fácil desarraigarla.

Los recuerdos claman por su objeto de deseo. Nada satisfará el incumplido anhelo de recuperarlos, excepto su contemplación.

Una reciente estancia en Alicante me ha permitido recobrar el deseo largamente demorado de visitar la tumba de José Antonio en el cementerio de la ciudad mediterránea. Tan solo de paso en ella un par de ocasiones, no tuve la oportunidad de acercarme al memorial de José Antonio que a ella nos vincula a tantos de los suyos: la prisión donde fue juzgado y ejecutado, y la fosa marcada con su huella, donde reposaron sus restos. Esta vez sí. Me llegué a ellos con una mezcla de variados sentimientos:

Íntimo reconocimiento por lo que su magisterio y persona han significado para nosotros, y por la contribución a dignificar el hombre que ahora somos; melancólica sensación de pérdida del tiempo desvanecido; ominosa reserva por lo que podría encontrar, o no; satisfacción del deseo postergado...

De todo esto hubo un poco en realidad. La prisión donde José Antonio fue juzgado y ejecutado, ya no existe. En su solar se edificó un Colegio Menor del Frente de Juventudes que ha sido redenominado ahora Residencia Juvenil La Florida. Se conserva, sí, el patio donde fue fusilado, cubierto por una cúpula visible desde el exterior. Acoge también una capilla. Ignoro si con culto o sin él.
El cementerio está situado en las afueras de la ciudad. En un apartado rincón se encuentra, discreto, el lugar destinado a las fosas comunes. Un espacio cubierto de césped no demasiado cuidado. Lo rodean cipreses y otros árboles funerarios que dan solemnidad al conjunto.

Salpican aquí y allá el recuadro de césped, pequeños estelas, a modo de lápidas verticales, con inscripciones rememorando a víctimas de la guerra civil. De ambos lados. Corresponden unas al período de dominio republicano. Otras al posterior. Me llaman especialmente la atención las que se atribuyen a los nacionales, probablemente las más recientes, y, con casi total seguridad, posteriores a la llamada memoria histórica. Una recuerda el bombardeo de la ciudad y otra a las víctimas de Callosa del Segura, no lejos de donde estuviera José Antonio. Inevitablemente se viene a la otra memoria el fallido intento de rescatar al encarcelado fundador de Falange por parte de un puñado de camaradas de esa localidad. Sorprendidos en una emboscada, muertos en la acción o ejecutados sumariamente después.

Algo más allá, al extremo del recuadro que contiene las fosas -no mayor que un par de canchas de baloncesto- se sitúa la tumba que buscaba. De unos dos por tres metros, destaca por estar pintada de rojo y negro, los colores de la bandera falangista. Es el único signo externo llamativo. Al acercarse a ella, se ve a sus pies una marchita corona de laurel. En las cuatro esquinas, modestas flores de plástico… (no son las únicas; adornan prácticamente todas las tumbas). En la cabecera de la lápida una mirilla de cristal se supone debería permitir ver la oquedad de la huella, preservada por un vaciado, de los restos de José Antonio. No es posible. El tiempo lo ha empañado de tal modo que apenas se vislumbra la bandera que la cubre.

Nada excesivo. Todo sobrio y sencillo. Del gusto de José Antonio si mostrara cierta elegante estética , nada incompatible con su simple geometría . En cualquier caso, no tiene nada que ver con el monumentalismo de la época.

El conjunto se resiente de las flores de plástico -esa maldición de nuestro tiempo- que me habría complacido ver sustituidas por nuestras cinco rosas, depositadas acaso por alguna piadosa mano anónima… Es verdad que tampoco se veían flores naturales en los otras estelas. Triste consuelo.

Coloqué junto a la reseca corona de laurel una ramita de ciprés con su fúnebre fruto. Y una de aquellas patéticas flores de plástico, caída de su ramillete.

Antes de abandonar el cementerio musité una oración por cuantos descansaba allí de uno y otro lado. No estaría mal que algún día pudiera llamarse a este lugar que acoge lo que sobremuere de aquella contienda “pradera de los caídos”. Si eso sucediera alguna vez, sería el triunfo de la “otra memoria”. La que representan todos estos restos que cayeron del lado “equivocado” -según creía cada uno del “otro”- reconciliados, al fin, en el territorio sin fronteras ni exclusiones que les ofrece un más allá de la muerte.
No sería ninguna novedad. En la década de los 40 del pasado siglo, así lo creíamos ya muchos. Yo mismo publiqué en aquellos años juveniles un poema titulado Elegía por un muerto que cayó del otro lado. Era la revista Alcalá, del SEU, que dirigía Jaime Suárez. Pero entonces nadie había inventado aún la memoria histórica. La nuestra era, simplemente, otra memoria.

Madrid, 15 de junio de 2019.

Gonzalo Cerezo Barredo


Información compartida en La otraMemoria Histórica, https://www.facebook.com/103289087756999/posts/197404938345413/

Entradas populares de este blog

MelKart

Primitivamente, MelKart fue una divinidad fenicia de Tiro, a la que estuvo consagrado en principio el templo de Heracles en lo que fue la antigua ciudad de Cádiz. Su culto se realizaba centrado en el fuego sagrado de las ciudades; y se extendió por todas las colonias de Tiro. Originariamente era un dios de la naturaleza, agrícola, del campo, la vegetación, la fecundidad y la primavera. Su ritual comprendía ritos de muerte y resurrección cíclicos de cadencia anual, que coincidían con las estaciones del año. También era deidad marina, tenía carácter sincrético que también fue considerado “rey de la ciudad”, patrono de la ciudad de Tiro y que se transformó también en dios de la colonización y de la protección de la navegación, considerado por los tirios “el guía de sus viajes marítimos y exploraciones”, de modo que le consagraron el templo fundado al mismo tiempo que la ciudad de Cádiz en el otro extremo de la isla mayor, donde hoy conocemos   el islote de Sancti Pet

Literatura fenicia

    Misterio, leyenda y realidad envuelven la literatura del pueblo fenicio, pero todo lo que queda son una serie de inscripciones, algunas pocas de las cuales tienen carácter netamente literario, constituyendo alguna narración histórica, poemas, etc., monedas, fragmentos de la Historia de Sanjuniatón y del Tratado de Magón, o la traducción al griego del viaje de Hannón el Navegante y el texto del Poenulus de Plauto. Tuvieron bibliotecas y una rica producción literaria heredera del pasado cananeo, de la que son una parte ínfima las obras redactadas por Filón de Biblos o Menandro de Éfeso.

Decretos de Chamartín

Los Decretos de Chamartín  fueron firmados por Napoleón Bonaparte en 1808 el 4 de Diciembre tras la rendición de Madrid y suponían la abolición del  Antiguo Régimen en España, con inclusión del feudalismo y de la Inquisición española. Su nombre viene de la localidad en la que fueron sancionados por Napoleón, que hoy es un distrito de Madrid, Chamartín de la Rosa. Los decretos sólo tendrían vigencia en la España "afrancesada" de José I Bonaparte y del ejército francés, no se aplicandose en la España "patriota" , donde las Cortes de Cádiz tenían el poder en nombre de Fernando VII, que estaba cautivo en Francia, y que era el único rey al que reconocían. Los derechos de la Corona española, en virtud de las abdicaciones de Bayona, pasaron a Napoleón Bonaparte, que los cedió a su hermano José I Bonaparte, popularmente conocido como Pepe Botella, aunque al parecer era astemio. El cambio dinástico no fue aceptado por gran parte de los españoles    la re