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Quedaron asesinados y ocultos en el Pozo de Contraviesas a manos del frente Popular y bando republicano


 

Los crímenes que llenaron el pozo de Contraviesas, en la áspera tierra de Almería, no fueron más que el eco de una barbarie ya acostumbrada a los rincones de aquella guerra maldita, que sin embargo evitó un desastre aún mayor con el pronunciamiento de 1936. 

Como si la sangre no supiera dónde detenerse, cuando el pozo de la Lagarta se colmó de cuerpos y las  almas volaron hacia su Creador, los verdugos se movieron, incansables, a otro escenario: el pozo de Contraviesas, en Tahal, que aguardaba con su boca abierta la llegada de la muerte.

Era el 13 de Septiembre de 1936 cuando, bajo el sol abrasador y en medio del silencio quebrado por los gritos ahogados de los condenados, se produjo la primera “saca”. Aquellos primeros en desaparecer en las entrañas del pozo fueron 12 sacerdotes y 8 vecinos de Huéscar, arrancados de la prisión de La Salle. Entre ellos, Manuel Martínez Giménez, el presidente de la Comunión Tradicionalista de Almería, hombre de convicciones profundas, arrastrado con falsa cortesía por el sanguinario Fernández Espinar, cuyo aliento olía a vino y muerte. 

Fueron 21 cuerpos los que, entre sollozos y disparos, comenzaron a llenar el pozo de Contraviesas, un abismo oscuro de unos quince metros de profundidad, aunque con la boca más ancha que el de La Lagarta, donde ya habían sido arrojados cerca de cincuenta infortunados.

Pero la sed de violencia no quedó saciada. Dos expediciones más siguieron la misma ruta macabra, los días 15 y 25 de Septiembre. La primera partió desde el Astoy Mendi, aquel barco-prisión que albergaba a sus presas como si de ganado mal tratado se tratase. Domingo Segura Moreno, comisario de policía, entregó una lista al segundo jefe de la nave, Felipe Pintor Enríquez que, con una frialdad propia de quien se sabe señor de vidas y muertes, les dijo a los prisioneros: "¡Vais en libertad!" y "¡Es un simple traslado!". 

Entre ellos había 28 nombres, a los que se sumaron 14 presos más, vecinos de Galera, Granada. Todos ellos subieron al autobús con las manos atadas a la espalda, las muñecas marcadas por las cuerdas que cortaban la piel, ajenos a que en pocas horas sus cráneos serían deshechos por balas explosivas.

El falangista José Moreno González, corpulento y lleno de rabia, se resistió. Consiguió desatarse y agarró al conductor por el cuello, casi asfixiándolo. El autobús zigzagueaba por la carretera, pero su lucha fue inútil. Valentín Llanos Sierra, uno de los esbirros del Astoy Mendi, le lanzó una soga al cuello y lo estranguló sin miramientos. Cuando exhumaron los cuerpos, el de Moreno González apareció con la lengua fuera y la cuerda aún apretada alrededor de su garganta.

El 25 de Septiembre, la última "saca" arrastró a 47 prisioneros más desde el Astoy Mendi. Esta vez, el engaño fue aún más cruel: se les dijo que serían trasladados a la prisión del cuartel de las Milicias, pero la ilusión de una prisión distinta se desvaneció cuando el camión pasó la Rambla y se desvió hacia la carretera de Granada. Los llevó, sin pausa ni piedad, hasta el pozo de Contraviesas. Allí, en la madrugada del 25 al 26, el pozo se llenó hasta rebosar, mezclando carne y hueso con tierra y cal viva. Ciento nueve inocentes más se perdieron para siempre en aquella fosa, donde el odio de unos hombres acabó con la vida de otros solo por pensar diferente o por oler a cera de iglesia, como decían los socialcomunistas del Frente Popular.

La Historia, escrita con sangre en las paredes de ese pozo, nos recuerda que no hubo piedad, ni la habrá, para aquellos que intentaron borrar las huellas de los muertos. Porque el recuerdo de los caídos en Contraviesas no se entierra con cal ni se diluye en el tiempo.

Situaciones similares se vivieron en otros muchos puntos, demasiados, pero esto no es lo que reivindica la Memoria Histórica, después mal llamada "Democrática", éstos inocentes no eran republicanos, eran católicos, eran sacerdotes, eran hombres honrados que querían vivir en paz.

Fuente: Historia contada por J.A.F.A. y difundida en facebook en el grupo "La Otra Memoria Histórica" por J.B.


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