La religión egipcia se basaba en la observancia de unos ritos de
culto a los atributos divinos. Estos ritos eran dirigidos a los
atributos de un Dios singular. Los atributos o nombres divinos se
aplicaban a todas las manifestaciones de la naturaleza, incluso, a
hombres, animales o plantas.
El sol, Ra, era el símbolo del atributo divino a que se atribuía la
fuente de toda vida, controlando el ciclo del río Nilo. Osiris era el
representante del atributo divino que asumía el ciclo
vital de nacimiento, muerte y resurrección. Siendo en un principio
el símbolo de la vegetación, fue asesinado por su hermano Set,
personificación del desierto, quien, envidioso de su prosperidad,
lo despedazó.
Pero Isis, esposa y hermana de Osiris, tras una larga búsqueda y la
realización de prácticas mágicas, pudo reconstruir el cuerpo y
devolverle la vida. Una vez resucitado, Osiris fecundó a Isis,
sin intervención carnal, dándole un hijo: Horus, el rey con cabeza
de halcón. Este luchó contra su tío Set, venciéndole y restituyendo el
poder sobre todo Egipto.
Con la adopción de este mito, los reyes se consideraron hermanos o
desdoblamientos de Horus, descendientes directos de Osiris y con poder
permanente sobre Egipto. Osiris se convirtió en el imán o
señor de los muertos, ya que representaba el Sol poniente y su reino
se situaba en el oeste del Nilo. Durante la noche moría para volver a
nacer.
Horus era el Sol naciente, el rey de los vivos. El culto a la
osírica, se basaba en hacer el bien, se difundió desde los inicios del
periodo histórico y más tarde alcanzó una gran aceptación
popular. Osiris fue el ejemplo a seguir más próximo y accesible a
los hombres con bajo rango social. Éstos podían disfrutar de un más allá
similar al del rey a través de la figura de Osiris. Su
leyenda se evocó con múltiples variantes por todo Egipto.
A lo largo de la historia de Egipto, la elaboración del pensamiento teológico y mitológico adquirió una gran complejidad, ya que unas ideas se sobreponían a otras, sin que una nueva argumentación invalidase las precedentes. Los sucesivos cultos a los distintos atributos divinos de un Dios singular, en función de los cambios políticos, se fueron yuxtaponiendo.
La supremacía de un atributo divino sobre los otros atributos
dependía de las dinastías reinantes, quienes daban prioridad al atributo
divino más representado en su ciudad y más deseado por el
pueblo. Así estos atributos divinos tenían un acervo espiritual, al
mismo tiempo que se usaban ritualmente para fines mundanos o políticos.
Texto compartido por Samir Hiweg, guía turístico, Egipto.