El Gran Juego de Pelota de Chichén Itzá tenía también una función astronómica. Los trabajos de restauración en Chichén Itzá han
confirmado la hipótesis de que el Gran Juego de Pelota de esa antigua
urbe maya en el estado de Yucatán (sureste de México) tenía una función
astronómica, informó hoy el Instituto Nacional de Antropología e
Historia (INAH).
Luego de casi dos años de labores de restauración y
conservación, el Gran Juego de Pelota de Chichén Itzá, el mayor de
Mesoamérica con 120 metros de longitud, recobra paulatinamente su forma
original con el restablecimiento de diversos elementos, entre ellos los
cinco "pasajes" que los antiguos mayas construyeron en el sitio.
Los "pasajes" son estructuras
que, de acuerdo con recientes estudios, sirvieron para observar el paso
del Sol durante los equinoccios y los solsticios, indicó el INAH en un
comunicado.
El arqueólogo José Huchim, coordinador del Proyecto
Integral de Conservación de Chichén Itzá, explicó que posiblemente en
esas estructuras también se colocaban los observadores que le daban
seguimiento al juego y vigilaban que la pelota pasara a través del
arillo o que pegara de acuerdo con las reglas del ritual.
Huchim comentó que hace 25 años, cuando cursó sus
estudios en Arqueología, hizo observaciones con su entonces maestro
Víctor Segovia, pionero en el estudio de la astronomía prehispánica,
porque ambos tenían la certeza de que los pasajes estaban orientados a
los equinoccios y solsticios.
"Vimos que el pasaje del centro sí tiene una
orientación que permite ver los equinoccios; por ello consideramos que
era importante restaurar los cinco para comprobar si todos fueron
construidos conforme a las máximas declinaciones del Sol", refirió.
El año pasado, como parte del proyecto integral de
restauración del Juego de Pelota, edificación que data de 864 d.C,
"devolvimos a los cinco pasajes 90 por ciento de su forma original",
añadió el investigador del INAH.
"Volví a hacer observaciones astronómicas y pude
comprobar que uno de ellos marca el solsticio de invierno; mientras que
los pasajes centrales, los equinoccios, y los que están hacia el norte,
los solsticios de verano", precisó.
Recordó que para los mayas prehispánicos el Sol fue
un elemento de suma importancia en su ritualidad, para marcar el cambio
de estaciones y empezar a preparar la tierra para el cultivo del maíz;
la pelota es una analogía del Sol y los movimientos del juego son una
analogía del trayecto del astro.
"El curso del Sol, es decir, que salga por el
oriente, llegue al cenit y se oculte por el poniente, en un momento
determinado se reproducía con el movimiento de la pelota durante la
práctica del ritual", añadió Huchim.
Fuente: Tabasco Hoy (4/10/2012), El Reportero de la Historia, EFE México,
4 oct .
Al margen de esto hay que recordar que el juego de pelota es un antecedente del futbol en el que los jugadores no podían tocar la pelota con los pies, solo con las caderas. Su practicaba en Mesoamérica, y fue práctica común entre los pueblos prehispánicos, como testimonio más de 1200 canchas que han sido encontradas en la zona.
En realidad era un importante ritual de sacrificio de lo más excelso de la humanidad que se representaba en el pueblo, su nombre en náhuatl es tachtli y según los cronistas, se jugaba en canchas con anillos y sin ellos.
Las canchas más antiguas son de la época de Olmeca, siendo éstas fueron de forma simple y con muros de tierra. La pelota no era como las que conocemos sino que se trataba de una pelota grande y sólida hecha de caucho, con la que se jugaba en un patio construido especialmente para el efecto, entre dos equipos opuestos.
En el Periodo Clásico (300 a.C - 1000 d.C., aprox.) se construyeron patios de mampostería con superficies inclinadas en toda Mesoamérica, menos en Teotihuacán, aquí es donde se cree que los sectores hundidos de la Calle de los Muertos desempeñaron el papel de canchas para este juego.
Se piensa relacionado con el culto solar, los primitivos mexicanos estaban empeñados en su deber de ayudar al sol en su camino; por eso el juego terminaba en sacrificio humano, era sacrificado el vencedor, este era su premio, su ofrenda al sol; pensaban que la sangre del vencedor alimentaba al sol y con ello se aseguraba que sus rayos siguieran alumbrando a la Tierra.