En el ámbito de la diversidad lingüística de España, el catalán, el gallego y el euskera destacan como lenguas regionales con un significativo número de hablantes: 7 millones, 2,5 millones y 900.000 respectivamente. Aunque el Andaluz o el castúo podrían considerarse por el mismo motivo idiomas también. La condición para que un habla se declare idioma es que exista literatura en ella. En Andaluz existe, hay cientos de archivos andaluces con habla andaluza en sus soportes, hay literatura en prosa y lírica, con el castúo pasa tres cuartos de lo mismo. Pero se reconoce idioma a lo que realmente son modismos locales, derivados de un idioma común, que no es solo el latín, sino la base fundamental que proporcionó el íbero, que con la invasión celta se convierte en celtíbero y después se mezcla con los modismos procedentes de los visigodos, a lo que se suman modismos y palabras árabes y francesas.
Existe otra lengua menos conocida que enfrenta un futuro incierto debido a su reducido número de hablantes, son aproximadamente unas quinientas personas. Esta lengua es el erromintxela, que se diferencia de las anteriores en que no es considerado ni un idioma oficial ni un dialecto, porque se consideró que no deriva de ninguna lengua establecida previamente. Pero sí, derivaría del vascuence ligado con el caló, el habla gitana que trajeron aquellos que viniendo desde la India se asentaron en distintos puntos del continente europeo.
El erromintxela es clasificado por los expertos como un pogadolecto, es esto una forma de habla mixta que surge de la interacción de dos lenguas distintas y que, con el paso del tiempo, ha evolucionado hasta formar un sistema propio.
Se habla principalmente en Vascongadas y tiene características únicas que lo distinguen, tanto lingüística como culturalmente.
A pesar de compartir algunas similitudes con el euskera y con lenguas indoeuropeas como el sánscrito, su origen es el resultado de un proceso histórico de más de 600 años de convivencia entre las comunidades romaní y vasca.
La historia del erromintxela se remontaría al siglo XV, cuando los gitanos que habían emigrado desde el norte de la India comenzaron a asentarse en el País Vasco. Pero yo diría que parte de un tiempo mucho más lejano, pues no hay que olvidar que desde Austronesia llegan a la Península también influencias contemporáneas a íberos y celtas.
Tras una larga travesía que los llevó a través de Europa, encontraron en esta región vascuence un refugio que les permitió integrarse con la población local. Esta fusión cultural generó una lengua que combina elementos del romaní y del euskera, lo que contribuyó a su carácter único.
A día de hoy, aunque se considera un habla en peligro de extinción, el erromintxela sigue siendo una manifestación viva de ese encuentro entre culturas.
Además de su peculiar origen lingüístico, el erromintxela ha sido objeto de estudio académico desde 1995, cuando se reconoció su existencia y singularidad.
La falta de protección oficial y de reconocimiento por parte de las autoridades ha llevado a que la mayoría de la población española desconozca la existencia de esta lengua. Actualmente, se están buscando fondos para continuar con la investigación sobre este habla testimonio de la herencia cultural de los vascos de origen gitano.
La comunidad que habla erromintxela ha mantenido ciertas tradiciones distintivas, como su estructura social matriarcal, una particularidad que la diferencia de otros grupos romaníes. Además, muchos de sus miembros tienen apellidos vascos, lo que refleja el profundo mestizaje y la integración que ha tenido lugar a lo largo de los siglos. Esto es un punto importante a destacar por cuanto los gitanos tienden a casarse entre ellos.
El erromintxela es, por tanto, no solo una lengua, sino también un símbolo de la rica historia de intercambios culturales y resiliencia de las minorías en Vascongadas.