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María la Judía

 


María la Judía: la primera inventora y su conexión con la alquimia

El famoso "Baño María" debe su nombre a la primera mujer alquimista registrada en la historia, María la Judía, quien se cree vivió entre los siglos I y III d.C. en Alejandría. Sin embargo, algunos estudiosos sugieren que podría haber sido un seudónimo utilizado por varios alquimistas hebreos.

María la Judía, también conocida como María la Hebrea o Miriam la Profetisa, fue una destacada alquimista e inventora. Aunque se carece de detalles precisos sobre su vida, se sabe que estaba vinculada a Alejandría. Gran parte de su obra se perdió con la destrucción de la famosa biblioteca de Alejandría en el 273 d.C. y debido a un decreto del emperador Diocleciano en el 296 d.C., que prohibió la práctica de la alquimia.

María estudió las enseñanzas del alquimista persa Ostanes y tuvo un discípulo conocido como Agathodaimon. Es considerada la primera inventora de la historia occidental, sentando las bases para figuras como Hipatía de Alejandría y Trótula de Salerno. Se cree que falleció a temprana edad, posiblemente debido a la toxicidad de los experimentos químicos que realizaba.

El alquimista Zósimo de Panópolis, quien vivió entre los siglos III y IV, rescató algunos fragmentos de los trabajos de María en obras como Cheirokmeta y Sobre los aparatos y los hornos. Aunque no se sabe si fueron contemporáneos, Zósimo recogió y explicó sus enseñanzas, asegurando la preservación de su legado a lo largo del tiempo. Además, personajes posteriores, como el cronista Jorge Sincelo, llegaron a identificarla como maestra del matemático Demócrito, lo que contribuyó a confusiones sobre su lugar y época.

El enciclopedista árabe Al-Nadim la mencionó en el año 879 d.C. como una de las 52 figuras más importantes en la alquimia, mientras que el filósofo romano Morieno la llamó "María la Profetisa". A pesar de las confusiones con personajes como María Magdalena, su influencia en la alquimia fue crucial, aunque sus textos originales no han llegado hasta nuestros días.

La piedra filosofal y sus contribuciones alquímicas

Uno de los escritos atribuidos a María es el Diálogo de María y Aros, en el que María discute con un filósofo llamado Aros sobre el proceso para alcanzar la piedra filosofal. En este diálogo se detalla el opus magnum, o gran obra alquímica, cuyo objetivo era transformar metales básicos en oro. María ideó un método rápido para esta transmutación, que incluía tres fases: nigredo (negro), albedo (blanco) y rubedo (rojo), conduciendo a la creación de la piedra filosofal.

Entre sus inventos destacan herramientas de laboratorio esenciales para los procesos químicos de separación. Uno de sus dispositivos más conocidos es el tribikos, un alambique de tres brazos utilizado para la destilación. Otro de sus aparatos importantes es el kerotakis, utilizado en procesos de sublimación. Gracias a este dispositivo, María fue capaz de sublimar metales como el azufre y el mercurio, logrando avances en el tratamiento de metales básicos y contribuyendo al conocimiento de los elementos químicos.

El Baño María

Quizás el invento más conocido de María es el "Baño María", una técnica que consiste en calentar una sustancia indirectamente usando un recipiente con agua hirviendo. Aunque originalmente este método utilizaba arena para conservar mejor el calor, con el tiempo se simplificó al uso del agua. Esta técnica sigue siendo fundamental en la ciencia moderna y en la cocina.

Legado y preservación de su obra

La mayor parte de la obra de María se perdió debido a la persecución de los alquimistas en el siglo III por el emperador Diocleciano. Sin embargo, sus enseñanzas fueron conservadas por los árabes y transmitidas a través de la Edad Media, aunque la alquimia se transformó de una ciencia práctica a un arte más místico. A pesar de ello, muchos de los instrumentos de laboratorio que desarrolló se han mantenido hasta la actualidad.

La figura de María la Judía ha perdurado en la historia, inspirando incluso a artistas como la pintora surrealista Leonora Carrington, quien en su obra La crisopea de María la Judía representó a la alquimista como un ser teriomorfo, simbolizando su capacidad de transformación. Esta obra refleja el interés por la alquimia y también subraya la importancia de las mujeres en la historia científica.

En 1764, el filósofo francés Voltaire afirmó que “nunca ha habido mujeres inventoras”. Sin embargo, el legado de María la Judía demuestra que estaba equivocado.


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