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Isabel de Borbón reina de España

 


La vida de Isabel de Borbón (1602-1644), reina consorte de Felipe IV, estuvo marcada por la desdicha y el sacrificio, a pesar de haber nacido en el seno de una de las casas reales más poderosas de Europa. 

Hija de Enrique IV de Francia y María de Médicis, desde muy joven su destino quedó sellado por los intereses dinásticos de su familia. 

Las tensas relaciones entre Francia y España encontraron en ella una pieza clave para la consolidación de una frágil paz entre ambos reinos mediante una doble alianza matrimonial: Isabel sería desposada con el futuro Felipe IV de España, mientras que su hermano, Luis XIII, contraería matrimonio con Ana de Austria, hermana de Felipe. Así, en 1615, con apenas trece años, Isabel fue enviada a Madrid para convertirse en reina de España, dejando atrás su infancia en el tranquilo palacio de Saint-Germain-en-Laye.

Su llegada a la Corte española no fue el inicio de una vida de esplendor ni felicidad. Desde los primeros años de su matrimonio, Isabel tuvo que enfrentarse a la indiferencia de su esposo, más interesado en las intrigas políticas y en sus frecuentes aventuras extramatrimoniales que en la compañía de su joven esposa. Los borbones, excepto Felipe VI, -según parece mantenerse fiel por completo a su esposa-, tienen esa debilidad.

Las infidelidades de Felipe IV, especialmente su relación con la actriz María Calderón, su apellido le viene de su padre adoptivo, no parece conocerse su apellido verdadero, solo que fue adoptada y sería conocida como "La Calderona", por la costumbre de feminizar el apellido en masculino. Estos amores no hicieron más que agravar el sufrimiento de Isabel pero como fruto dieron vida a D. Juan José de Austria cuyo valor y significado en la política y guerra fue indudable. 

Mientras el rey engendraba hijos ilegítimos, -como Juan José de Austria-, la reina se debatía entre continuos abortos y la muerte prematura de sus propios hijos. De ocho embarazos solo dos de sus hijos lograron sobrevivir: el príncipe Baltasar Carlos, que murió siendo niño; y la infanta María Teresa, quien más tarde se convertiría en reina de Francia.

Isabel no solo tuvo que soportar las tragedias familiares, sino que también vivió bajo la constante sombra de la sospecha y la desconfianza por su origen francés. En una época en la que las guerras entre Francia y España eran una constante, la reina fue vista en ocasiones como una posible traidora, a pesar de que en 1626 logró mediar en la firma de un armisticio entre ambos países mientras Felipe IV se encontraba ausente. 

Aun así, su posición en la corte siempre estuvo controlada por el conde-duque de Olivares, el todopoderoso valido del rey, quien no solo ejercía influencia sobre Felipe IV, sino que también restringía la libertad de la reina Isabel a través de su esposa, Inés de Zúñiga, nombrada por el mismo Olivares camarera mayor de la reina.

Con el tiempo, Isabel de Borbón demostró una capacidad notable para la política y el gobierno. Su inteligencia y su compromiso con los asuntos de Estado quedaron patentes en momentos clave, especialmente durante los años más críticos del reinado de Felipe IV. 

Durante la crisis de 1642, Isabel, que fue apodada como "Valerosa Matrona" por el pueblo, se involucró activamente en la recaudación de fondos para el ejército y asumió responsabilidades en la administración del reino. 

Su papel contrastaba con la pasividad de su esposo, quien se encontraba cada vez más alejado de los problemas del país, delegando en su valido o su valido trepando en el poder. 

Fue precisamente el enfrentamiento entre Isabel y Olivares en torno a la formación de la casa del príncipe Baltasar Carlos lo que precipitó la caída del conde-duque, a quien debe su nombre la Casa del Conde, casa de vecinos sevillana, por ser de su propiedad. 

El descontento de la reina y de otras figuras de la Corte, como Ana de Guevara y la duquesa de Mantua, llevó finalmente a Felipe IV a deshacerse de su principal consejero.

En los últimos años de su vida, Isabel consiguió el reconocimiento que tanto había anhelado. Felipe IV llegó a confiarle plenamente el gobierno, refiriéndose a ella como "su privado", una distinción que resaltaba tanto su capacidad para el poder como la cercanía que, por fin, había logrado con su esposo. 

Este breve periodo de felicidad fue efímero, pues en Octubre de 1644, tras sufrir un último aborto, Isabel fallecía a la edad de 41 años, dejando a Felipe IV sumido en el arrepentimiento por no haber correspondido a su esposa como ella merecía. 

Dos años después, la muerte de su hijo Baltasar Carlos volvió a colocar a la dinastía en una situación comprometida, obligando al rey a buscar una nueva esposa para asegurar la sucesión. La segunda esposa de Felipe IV sería Mariana de Austria (1634-1696), que fue reina consorte de España y reina regente (1665-1675), madre del rey Carlos II de España, llamado El Hechizado, que moriría sin descendencia, por lo que España hubo de buscar nuevo sucesor a la Corona, Carlos II da paso en España a la saga borbónica con Felipe V. Mariana de Austria era hija del emperador del Sacro Imperio Germánico Fernando III y de su esposa la emperatriz María, hermana de Felipe IV, el rey casa pues con su sobrina.

El legado de Isabel de Borbón, aunque a menudo eclipsado por la figura de su esposo y las intrigas de la corte, fue el de una reina que, a pesar de las adversidades, mostró una notable capacidad para enfrentar los desafíos de su tiempo. Su inteligencia y fortaleza personal fueron finalmente reconocidas, aunque demasiado tarde, en una vida marcada por el deber, el sufrimiento y la lealtad inquebrantable a su familia y a su reino.

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