Las murallas de Sevilla fueron en tiempos de su construcción y por muchos siglos después unas cercas militares que rodeaban la ciudad, lo que hoy se conoce como el casco antiguo de Sevilla, desde la época romana, aunque anteriormente la ciudad estaría igualmente fortificada. Sufren continuas remodelaciones según van pasando tiempo, batallas y demás; y lo que hoy tenemos es fruto de los avatares vividos a lo largo de la historia de la ciudad a través de sus periodos romano, visigodo, islámico, reconquista, hasta el momento actual.
Subsistieron hasta el siglo XIX siendo parcialmente derribadas tras la revolución de 1868; y hoy se conservan algunos paños de muralla en el barrio de la Macarena, el más largo de los lienzos de muralla que se conservan desde casi La Barqueta hasta La Florida, interrumpiendose y volviendo a aparecer en el entorno de los Reales Alcázares de Sevilla, siguiendo la línea anterior por los Jardines de Murillo; rodean el centro neurálgico haciendo aparición y envolviendo la Casa de la Moneda, otro trozo está hy incrustado en la Delegación de Hacienda, Hospital de La Caridad, casas particulares y bares que continúan la manzana y parece perderse en El Arenal.
Existieron hasta dieciocho puertas y también postigos de acceso a la ciudad, de las cuales permanecen únicamente cuatro: la Puerta de la Macarena, la de Córdoba, el Postigo del Aceite y el del Alcázar; aunque quedan localizados los demás en puntos en los que el urbanismo moderno ha suplantado identidades.
La Muralla tal y como la conocemos es almohade, con cierta mezcla clasicista que le añaden las restauraciones de las puertas que continúan existiendo en el siglo XVIII.