Contra el infiel España debía defenderse de continuos ataques, secuestros, robos, razzias que perseguían debilitar el poder peninsular y hacerse con el territorio y la soberanía peninsular. Contra este peligro, durante el reinado de Felipe II, se decide la construcción de las Torres Almenaras, aunque la mayoría se construyen durante el reinado de Felipe IV, al caer 1638.
“Almenara” significa toda torre donde se enciende un fuego para alertar sobre algo.
Las torres o restos arqueológicos que podemos ver en las playas del Golfo de Cádiz y el litoral onubense presentan similares características arquitectónicas, constan de cuerpo troncocónico y estan la mayoría de ellas preparadas para poder utilizar artillería desde ellas.
Cada torre tiene una sola puerta, en la fachada norte, y ésta se encuentra a media altura; la puerta comunica en el interior con una cámara generalmente cubierta con bóveda semiesférica. En el centro de la cámara un aljibe o pozo hacía posible que la guarnición pudiera repostar agua sin necesidad de salir de la estancia. Es también aquí en este punto de donde arranca una escalera de caracol, adaptada al ancho del muro y que viene a conectar con el terrado superior.
Algunas torres almenaras han quedado en
terrenos robados por el mar; y otras quedan tan alejadas de la orilla
que, en algunos casos, hasta se pierden a la vista desde
la playa. El litoral onubense se ha caracterizado por su gran
capacidad de modificación a lo largo del tiempo.
Los estudios geológicos hablan de una
línea escarpada antigua, de barrancos o acantilados, sobre los que
rompía el mar; en vista de lo cual, la configuración actual es
considerablemente distinta a la de épocas pasadas, circunstancia que
ha provocado que el estado de conservación sea distinto dependiendo de
la situación en la las torres que quedaron.