Ir al contenido principal

El Anfiteatro de Itálica y sus assiforanas





El anfiteatro de Itálica es uno de los mayores y que mejor se conservan hoy día de lo que fuese la dominación romana en Europa. Servía lo mismo para representaciones escénicas, que para luchas entre personas, los gladiadores, o cristianos para defender su vida; que entre personas y animales fieros o hambrientos; que para representación de naumaquias, que eran batallas con barcos a pequeña escala que se celebraban una vez que se descubría el centro del anfiteatro, preparado con una especie de foso que se llenaba de agua y donde flotarían los barcos y tendrían lugar estas batallas.

Por todos estos “juegos” la población apostaba, ganaba o perdía; y a veces de la voluntad popular llegaba a depender la vida de los distintos seres que pisaban la arena. 


De aquellos tiempos tenemos testimonio en La Ley Gladiatoria, que data del siglo I en su tercio final y que fue grabada en bronce, material que permitió que perviviese en el tiempo; se encontró en Itálica y hoy está en el Museo Arqueológico. Esta ley explica cómo deben ser los combates entre gladiadores y cómo deben estos proceder en su lucha, regula los precios para evitar abusos y con ello también poder facilitar la celebración de estos combates de gladiadores, assiforanas, y la plancha de bronce sería un edicto de Marco Aurelio y Cómodo,  emperadores romanos.


El documento refleja la alegría que supone para los sacerdotes esta disposición que abarataba precios, unos precios que ellos debían pagar con lo cual se estarían resintiendo sus fortunas personales. Los emperadores determinan que las ganancias de estos “juegos” deberían invertirse de forma productiva, en cosas de provecho, no en engrosar las arcas de los mismos poderosos de siempre. Se establecían precios máximos y suprimía el impuesto que recaía en los vendedores de gladiadores, que no eran sino exclavos.

Entradas populares de este blog

MelKart

Primitivamente, MelKart fue una divinidad fenicia de Tiro, a la que estuvo consagrado en principio el templo de Heracles en lo que fue la antigua ciudad de Cádiz. Su culto se realizaba centrado en el fuego sagrado de las ciudades; y se extendió por todas las colonias de Tiro. Originariamente era un dios de la naturaleza, agrícola, del campo, la vegetación, la fecundidad y la primavera. Su ritual comprendía ritos de muerte y resurrección cíclicos de cadencia anual, que coincidían con las estaciones del año. También era deidad marina, tenía carácter sincrético que también fue considerado “rey de la ciudad”, patrono de la ciudad de Tiro y que se transformó también en dios de la colonización y de la protección de la navegación, considerado por los tirios “el guía de sus viajes marítimos y exploraciones”, de modo que le consagraron el templo fundado al mismo tiempo que la ciudad de Cádiz en el otro extremo de la isla mayor, donde hoy conocemos   el islote de Sancti Pet

Literatura fenicia

    Misterio, leyenda y realidad envuelven la literatura del pueblo fenicio, pero todo lo que queda son una serie de inscripciones, algunas pocas de las cuales tienen carácter netamente literario, constituyendo alguna narración histórica, poemas, etc., monedas, fragmentos de la Historia de Sanjuniatón y del Tratado de Magón, o la traducción al griego del viaje de Hannón el Navegante y el texto del Poenulus de Plauto. Tuvieron bibliotecas y una rica producción literaria heredera del pasado cananeo, de la que son una parte ínfima las obras redactadas por Filón de Biblos o Menandro de Éfeso.

Decretos de Chamartín

Los Decretos de Chamartín  fueron firmados por Napoleón Bonaparte en 1808 el 4 de Diciembre tras la rendición de Madrid y suponían la abolición del  Antiguo Régimen en España, con inclusión del feudalismo y de la Inquisición española. Su nombre viene de la localidad en la que fueron sancionados por Napoleón, que hoy es un distrito de Madrid, Chamartín de la Rosa. Los decretos sólo tendrían vigencia en la España "afrancesada" de José I Bonaparte y del ejército francés, no se aplicandose en la España "patriota" , donde las Cortes de Cádiz tenían el poder en nombre de Fernando VII, que estaba cautivo en Francia, y que era el único rey al que reconocían. Los derechos de la Corona española, en virtud de las abdicaciones de Bayona, pasaron a Napoleón Bonaparte, que los cedió a su hermano José I Bonaparte, popularmente conocido como Pepe Botella, aunque al parecer era astemio. El cambio dinástico no fue aceptado por gran parte de los españoles    la re