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¿Pero quién era María Trifurca?



 
Fotografía de La Playa de María Trifulca en las márgenes del Guadalquivir a principios del siglo XX.


María Trifurca es la persona que da nombre a la Playa de María Trifurca, que en realidad suena así en el más puro acento sevillano, pero que en el más puro castellano sería Trifulca, etimológicamente sinónimo de reyerta, pelea, contencioso, etc.

Al parecer María era una mujer, de pasado no muy claro, que vivió por las cercanías de lo que sería la Calle Torneo, en su antiguo trazado ya próximo a San Jerónimo, una zona que todavía en los años 60 era campo. María habría vivido en un cortijo llamado Batán, que más bien habría sido como una casa o choza de hortelanos muy humildes.


María con el tiempo al parecer convirtió la pequeña casa en un ventorrio que funcionaría como casa de citas donde ella habría sido la madame, el luagar lo sitúan algunos por la Calle Montalbán.

El carácter de María no es que fuera un derroche de virtudes y delicadezas, sino todo lo contrario, un carácter agrio y más bien dado a pendencias, de ahí el alias o sobrenombre de “La Trifulca”.

Le nombre le venía a la llamada Playa de María Trifurca” como anillo al dedo, no sólo por la cercanía de este lugar sino por lo peligroso de la zona, tal que el carácter de la tal María Trifulca. Fueron numerosos los accidentes que hubieron de lamentarse por el baño furtivo de los ciudadanos en sus aguas, ya que el baño en el lugar estaba prohibido. Costumbre que se hizo tan popular que incluso familias enteras, los domingos, iban a disfrutar de sus aguas, lo mismo que se disfrutaba con la nevera y la merienda en playas como Punta Umbría o Matalascañas, éstas de Huelva; e improvisados trampolines harían las delicias de los muchachos mientras no se encontraran con la policía. No olvidemos que hasta la década de 1960 la semana laboral sólo tenía un día de descanso, el Domingo, el Sábado era laborable y los niños también iban al colegio.


No nos olvidemos del “Barquero Peana” que era el encargado de pasar por el precio de 20 céntimos, allá por los años 20 del siglo XX a quienes necesitaban pasar para disfrutar de la playa de un extremo a otro.



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