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El Anfiteatro de Itálica y sus assiforanas





El anfiteatro de Itálica es uno de los mayores y que mejor se conservan hoy día de lo que fuese la dominación romana en Europa. Servía lo mismo para representaciones escénicas, que para luchas entre personas, los gladiadores, o cristianos para defender su vida; que entre personas y animales fieros o hambrientos; que para representación de naumaquias, que eran batallas con barcos a pequeña escala que se celebraban una vez que se descubría el centro del anfiteatro, preparado con una especie de foso que se llenaba de agua y donde flotarían los barcos y tendrían lugar estas batallas.

Por todos estos “juegos” la población apostaba, ganaba o perdía; y a veces de la voluntad popular llegaba a depender la vida de los distintos seres que pisaban la arena. 


De aquellos tiempos tenemos testimonio en La Ley Gladiatoria, que data del siglo I en su tercio final y que fue grabada en bronce, material que permitió que perviviese en el tiempo; se encontró en Itálica y hoy está en el Museo Arqueológico. Esta ley explica cómo deben ser los combates entre gladiadores y cómo deben estos proceder en su lucha, regula los precios para evitar abusos y con ello también poder facilitar la celebración de estos combates de gladiadores, assiforanas, y la plancha de bronce sería un edicto de Marco Aurelio y Cómodo,  emperadores romanos.


El documento refleja la alegría que supone para los sacerdotes esta disposición que abarataba precios, unos precios que ellos debían pagar con lo cual se estarían resintiendo sus fortunas personales. Los emperadores determinan que las ganancias de estos “juegos” deberían invertirse de forma productiva, en cosas de provecho, no en engrosar las arcas de los mismos poderosos de siempre. Se establecían precios máximos y suprimía el impuesto que recaía en los vendedores de gladiadores, que no eran sino exclavos.

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