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Isabel de Farnesio

 


Isabel de Farnesio (1692-1766) fue al parecer la reina consorte más controladora de España. Nacida el 25 de octubre de 1692 en Parma, Italia, no estaba inicialmente considerada entre las princesas más codiciadas de su época. 
 
Un brote de viruela durante su infancia dejó cicatrices en su rostro, lo que afectó negativamente su apariencia y disminuyó sus posibilidades de un matrimonio ventajoso. Sin embargo, Isabel no solo superó estas limitaciones, sino que llegó a ser reina de España, ejerciendo una notable influencia política y estratégica durante su tiempo en la corte.

Infancia y Educación

Como hija del heredero del ducado de Parma, Isabel creció en un ambiente acomodado, recibiendo una educación esmerada que incluyó gramática, historia, varios idiomas, música, baile y pintura. 

Aunque su aspecto físico fue considerado un impedimento para los matrimonios convenientes, Isabel compensó esta desventaja con su inteligencia, astucia y habilidades para manejar a quienes la rodeaban.

Tras la muerte temprana de su padre y su hermano mayor, Isabel quedó en la línea sucesoria del ducado de Parma, aunque no alcanzó a gobernar debido a la supervivencia de sus tíos. Sin embargo, estos eventos moldearon su carácter y ambición.

Reina de España

El 14 de febrero de 1714, la reina María Luisa de Saboya, primera esposa de Felipe V de España, falleció, dejando al monarca viudo a los 30 años. 

Los consejeros del rey, incluyendo a la influyente princesa de los Ursinos, comenzaron la búsqueda de una nueva esposa que fuera sumisa y fácil de controlar. 

Isabel de Farnesio, gracias a las maniobras del futuro cardenal Alberoni, fue presentada como la candidata ideal, aunque en realidad poseía un carácter fuerte y determinante.

Cuando Isabel llegó a España en diciembre de 1714, demostró rápidamente que no sería una figura pasiva. 

Expulsó a la princesa de los Ursinos y comenzó a ejercer una influencia significativa sobre Felipe V, tomando el control de la Corte y colocando a sus aliados, en su mayoría italianos, en posiciones clave.

Isabel desempeñó un papel crucial en la política exterior española, enfocándose en recuperar los territorios italianos perdidos tras el Tratado de Utrecht y asegurando posiciones de poder para sus propios hijos. 

Para su hijo mayor, Carlos, aseguró el trono de Nápoles y Sicilia; para Felipe, el ducado de Parma; y para Luis Antonio, el arzobispado de Toledo. Sus hijas también fueron estratégicamente casadas con miembros de las principales casas reales europeas.

Destierro y Muerte

La relación de Isabel con los hijos de Felipe V y María Luisa de Saboya, especialmente con Fernando VI, fue tensa y distante. 

Tras la muerte de Felipe V en 1746, Fernando VI no tardó en desterrarla de la corte, enviándola al Real Sitio de la Granja de San Ildefonso en Segovia. Allí, Isabel vivió una vida relativamente apartada, dedicada al arte y observando desde lejos los asuntos políticos.

Cuando Fernando VI falleció en 1759, el trono pasó a Carlos III, el hijo mayor de Isabel. Sin embargo, sus constantes conflictos con su nuera, María Amalia de Sajonia, la llevaron nuevamente al exilio, esta vez en Aranjuez, donde vivió hasta su muerte el 10 de julio de 1766 a la edad de 73 años. Isabel de Farnesio fue enterrada junto a su esposo, Felipe V, en la Colegiata del Palacio Real de la Granja.

Isabel de Farnesio, conocida despectivamente como "La parmesana", dejó una huella indeleble en la historia de España. Su habilidad para ejercer el poder desde las sombras y asegurar el futuro de sus hijos es un testimonio de su astucia y determinación, características que la definieron como una de las reinas más influyentes de su tiempo.

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