En una ocasión Jesús le habló diciéndole: “Has escrito bien de Mí, Tomás: ¿qué recompensa quieres por tu trabajo?”. A lo que Tomás respondió: “Señor, no quiero otra cosa, sino a Ti” (Cfr. Fontes vitae Sancti Tomae, p. 108).
Al parecer, tras experimentar una profunda revelación divina, dejó inacabada su obra "Suma Teológica", afirmando que: “Después de lo que Dios se ha dignado de revelarme el día de San Nicolás, todo lo que he escrito en el transcurso de mi vida, me parece paja. Por eso no puedo escribir nunca más” (Bartomeu de Capua, en el Proceso napolitano de canonización, n.79; Fontes vitae Sancti Tomae, p. 377).
Nombrado como el Doctor Angélico, por su profundo estudio sobre la misión de los ángeles, su sólida doctrina sigue siendo una guía para transmitir la luz del evangelio en campos contemporáneos como las nuevas tecnologías.
Santa Teresa de Jesús afirmaba que “a quien conoce a Dios, más fáciles se le hacen las obras” (Fundaciones, 3, 5), subrayando que el conocimiento de Dios facilita el actuar con libertad y seguridad.
La importancia de la doctrina para la piedad es destacada también por F. J. Sheed en "Teología para principiantes" que dice que: “si un hombre ignorante puede ser virtuoso, es igualmente evidente que la ignorancia no es una virtud”.
En el manuscrito de su "Suma contra gentiles", se encuentran las palabras del Ave María distribuidas por los márgenes, mostrando cómo Santo Tomás mantenía su corazón encendido en la fe mientras escribía. Él enseñaba que buscar a Cristo es buscar la totalidad de la sabiduría, ya que en Él están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento, como señala San Pablo (Comentario sobre la Epístola a los Tesalonisenses). Según Tomás, es Jesús quien nos da su amor y el conocimiento de la verdad (Comentario en el Evangelio de San Juan, 5, 6'), y todo conduce a la caridad como su fin último (Ibidem 15, 2).
Santo Tomás de Aquino es considerado un fiel eco de la Tradición Patrística, y su doctrina es reconocida por la Iglesia como especialmente conforme con las verdades reveladas y la recta razón (Juan XXIII, 28-IX-60). El Concilio Vaticano II también recomienda profundizar en los misterios de la fe bajo el magisterio de Santo Tomás (Optatam Totius, 16).
Lluciá Pou tiene un interesante artículo al respecto.
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