El fenómeno de la levitación en Santa Teresa de Ávila es uno de los aspectos más fascinantes de su vida mística y existen razones sólidas para creer en su autenticidad.
Estas levitaciones fueron presenciadas en múltiples ocasiones por diversas personas y la propia santa las describió en su autobiografía.
Aunque Santa Teresa prefería no hablar de estas experiencias, se sintió obligada a escribir sobre ellas en obediencia a su superior.
En su relato, describe cómo intentó resistir estos estados de éxtasis que a veces la llevaban a levitar:
“Estos efectos son muy llamativos. Uno de ellos es la manifestación del gran poder del Señor: como no somos capaces de resistir la voluntad de Su Majestad, ni en alma ni en cuerpo y no somos nuestros propios dueños, nos damos cuenta de que, por molesta que sea esta verdad, hay una más fuerte que nosotros y que estos favores son otorgados por Él; y que nosotros, por nosotros mismos, no podemos hacer absolutamente nada. Esto nos imprime una gran humildad. De hecho, confieso que me produjo un gran miedo, al principio un miedo terrible. Uno ve cómo se levanta el cuerpo del suelo; y, aunque el espíritu lo arrastra hacia sí mismo y si no se ofrece resistencia, lo hace con mucha suavidad, uno no pierde el conocimiento; al menos, yo misma he tenido lo suficiente para permitirme darme cuenta de que estaba siendo elevada”.
Un notable testimonio proviene del obispo Diego de Yepes, quien conocía bien a Santa Teresa y escribió una de sus biografías. En una ocasión, después de que ella recibiera la Comunión de manos del obispo a través de la reja del convento, comenzó a elevarse. El obispo relató cómo ella se aferraba a los barrotes, rogando: “Señor, por una cosa de tan poca importancia como es que me haya privado de este favor Tuyo, no permitas que una criatura tan vil como yo sea tomada por una mujer santa”.
Numerosas anécdotas similares fueron contadas por las monjas que presenciaron estas levitaciones espontáneas.
Aunque Santa Teresa les ordenó que guardaran silencio sobre estos eventos, posteriormente, durante la investigación oficial de la Iglesia sobre su vida, las monjas compartieron estos relatos bajo obediencia.
Santa Teresa, por su parte, sentía una profunda vergüenza por estas levitaciones y oró fervientemente para que cesaran, lo que según los informes, ocurrió en gran medida en los últimos años de su vida.