En menos de una década, Isabel la Católica transformó un reino en decadencia en una potencia capaz de rivalizar con la poderosa Francia. Ella había heredado un país sumido en el caos, con el siglo XV marcado por guerras civiles, traiciones, influencias extranjeras y golpes de estado. A pesar de ello, Isabel no solo consiguió hacerse con la corona castellana, sino que también escogió a su propio esposo, combatió a los seguidores de Juana la Beltraneja, unificó la religión, expandió el territorio y financió el viaje de Cristóbal Colón hacia América y con todo ello, fue ella en realidad la que engendró el Imperio Español.
La llegada al trono de Isabel I y Fernando II, los Reyes Católicos, no fue sencilla. Los siglos XIV y XV en Castilla estuvieron plagados de conflictos. Sin embargo, el mayor logro de Isabel no fue ni la conquista de Granada ni el descubrimiento de América, sino el haber convertido una Castilla devastada en una potencia mundial dominante.
Pero miremos un poco hacia atrás, Pedro I, en los inicios de su reinado, cometió errores graves, siendo dos de ellos especialmente determinantes.
- Primero, permitió que su madre, María de Portugal, ordenara la ejecución de Leonor de Guzmán, madre de sus hermanastros, lo cual envenenó aún más la ya tensa relación entre ellos.
- El segundo error fue intentar eliminar a su valido, Juan Alfonso de Alburquerque, quien había acumulado un gran poder en la corte. Al sentirse traicionado, Pedro I trató de matarlo, pero Alburquerque se refugió en sus territorios. En medio de las constantes revueltas nobiliarias, Pedro confió en sus hermanastros, Enrique y Fadrique, para liderar las tropas contra Alburquerque, pero estos, junto con la nobleza ambiciosa, se unieron a su causa contra el rey.
La intervención de Inglaterra y Francia en este conflicto solo garantizó la ruina de Castilla, independientemente del bando victorioso.
Tras el asesinato de Pedro I, Enrique II, fundador de la nueva dinastía, se apoderó del trono pese a su legitimidad dudosa. Era hijo bastardo de Alfonso XI y asesino del rey legítimo, Enrique II se encontró con una nobleza dividida y, para asegurar su lealtad, concedió masivamente tierras, rentas y señoríos, debilitando con ello la autoridad de la Corona, aquellas "mercedes enriqueñas".
En este contexto, la joven infanta Isabel de Trastámara jugó un papel crucial en la unificación de Castilla y Aragón.
Su ascenso al trono estuvo lleno de desafíos, pero, una vez coronada, decidió compartir el poder absoluto con Fernando, fusionando ambas coronas bajo un mismo heredero. Aquel "tanto monta, monta tanto, Isabel como Fernando·, porque ambos eran reyes tanto en Castilla como en Aragón y sus descendientes lo serían en ambos reinos al unísono, con lo que los reinos quedaban unificados.
La Guerra de Sucesión, lejos de ser un conflicto decidido desde el principio, estuvo llena de incertidumbres y fue la firmeza de Isabel y Fernando lo que, al final, aseguró la victoria.
Las reformas impulsadas por Isabel I fueron clave para restaurar la autoridad real. Al asumir el poder, Isabel
- revocó las mercedes que también otorgara su hermano mayor y rey Enrique IV,
- fortaleciendo así las finanzas
- y el control de la Corona.
- Reformó el Consejo Real, estableciendo un sistema de consejos que se convertiría en la base del futuro gobierno de los Austrias.
- También reorganizó la justicia mediante
- la creación de tribunales
- y el fortalecimiento de la figura del corregidor, un funcionario que garantizaba el cumplimiento de la ley en todo el reino.
La expansión territorial hacia Granada, uno de los mayores logros de los Reyes Católicos, fue un proceso largo y complejo. Granada, debilitada por conflictos internos y amenazas externas, cayó en 1492, marcando el fin del dominio musulmán en la Península Ibérica. La reconquista de Granada no solo
- consolidó la unidad territorial, sino que también
- sirvió como fundamento para la homogeneización religiosa bajo el cristianismo, un objetivo central en la política de Isabel.
Contrario a lo que algunos piensan, Isabel no buscó destruir la nobleza, sino poner fin a sus rebeliones.
- Al crear un ejército profesional y dependiente directamente de la Corona,
- se redujo el poder militar de la nobleza,
- convirtiéndola en una élite al servicio del Estado.
- A lo largo de la historia de la monarquía española, nobles destacados comandaron las fuerzas armadas en campañas cruciales, desde Gonzalo Fernández de Córdoba en Italia hasta Juan de Austria en Lepanto.
El periodo de hegemonía de la Monarquía de España es verdaderamente fascinante. En pocas décadas, Castilla pasó de estar al borde de la desintegración a ser una potencia capaz de enfrentarse a Francia por el control de Nápoles.
El legado de Isabel I es impresionante, en menos de diez años, transformó un reino en ruinas en un Estado fuerte y floreciente que se convirtió en un actor principal en la política europea.