Doña Berenguela de Barcelona fue una reina con carácter que murió muy joven. Conocida por su belleza e inteligencia, Doña Berenguela de Barcelona atrajo a numerosos pretendientes, pero fue Alfonso VII, rey de Castilla y León, quien se ganó su favor. A través de su matrimonio, se convirtió en Reina consorte de León y emperatriz de España. Hija de Ramón Berenguer III, conde de Barcelona, y Dulce de Provenza, también era hermana de Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona. Además, fue madre de los futuros reyes Fernando II de León y Sancho III de Castilla.
Berenguela no se limitó a un papel ceremonial; fue una figura política activa, destacando por sofocar la rebelión en Asturias. A menudo acompañaba a su esposo en campañas militares y fue una gran promotora de las artes, contribuyendo a la llegada de la poesía trovadoresca provenzal a Castilla.
Según la leyenda, en 1139, Alfonso VII organizó una expedición en Toledo para atacar la fortaleza de Oreja (cerca de Aranjuez), un bastión musulmán crucial en la frontera del Tajo. Mientras tanto, los almorávides de Córdoba, Sevilla y Valencia aprovecharon la oportunidad para atacar Toledo, que había quedado desprotegida.
Berenguela, con solo 23 años, se asomó desde la Torre de la Reina y desafió a los musulmanes por atacar una ciudad defendida por mujeres. Otra versión de la historia sostiene que envió un mensaje al campamento enemigo, recogido en las crónicas de Alfonso VII:
“¿No os parece deshonroso para caballeros valientes atacar a una mujer indefensa cuando el Emperador os espera cerca? Si queréis luchar, id a Oreja y demostrad vuestra valentía allí. Aquí demostraréis vuestro honor si os retiráis”.
Finalmente, los enemigos aceptaron el razonamiento de Berenguela y se retiraron. Después de seis meses de asedio, la fortaleza de Oreja cayó, y los emires de Córdoba y Sevilla fueron capturados y ejecutados. Sin embargo, la reina ordenó retirar las cabezas exhibidas en la muralla, y en su lugar, las hizo embalsamar y enviar en cofres de oro a sus viudas.
Berenguela falleció a los 33 años y fue sepultada en el Panteón Real de la catedral de Santiago de Compostela. Su vida se destacó por su carácter fuerte y su activa participación en la política de su tiempo.