Su iniciador fue Gregorio (+1473), convencido de que
la Iglesia romana había caído en una tremenda corrupción.
Su espíritu era de tendencias
comunitarias y pacifistas, perseguían la abolición de los rangos jerárquicos y rechazaban el sacramento de la Eucaristía, al que querían reemplazar por una
especie de comida común o ‘memorial’ para la que utilizaban vino y
pan.
Justificaban la salvación por la fe y la
caridad, promovieron la pobreza evangélica ,
principalmente la de sus pastores quienes debían vivir además el celibato, para cuyo cumplimiento crearon una especie de Comité
de Vigilancia.
Adoptaron la confesión pública de los pecados
que consideraban de público conocimiento, modalidad que debía ser
estrictamente cumplida bajo pena de excomunión; e hicieron
necesario el rebautismo de los conversos.
La llamada reforma protestante, durante el
siglo XVI, provocó que los seguidores
de la Hermandad se volcara decididamente a su favor. La derrota de
aquellos por parte del emperador Carlos V durante la batalla de Muhlberg
(1547) dio origen a su dispersión, refugiándose principalmente en
Polonia, Prusia y Hungría, países en los que surgieron pequeñas
comunidades de los Hermanos Moravos.

Importante fue la promoción de la
actividad misionera sobre todo en Inglaterra (1737) y sus colonias
americanas, para luego extenderlas al Africa y América del Sur.
En la
actualidad, los Hermanos Moravos se destacan por una fuerte acción ecuménica,
integrando desde sus inicios (1948) el Consejo Ecuménico de las Iglesias.